
Tan inmersos estamos en los parámetros culturales de nuestras sociedades que, demasiado a menudo, no acertamos a reconocer el hecho incontrovertible de que muchos de los conceptos y valores que manejamos son siempre relativos. Como ya afirmara Aristóteles, el ser humano es un animal político (zoon politikón en griego clásico, esto es, un ser social). Uno de estos conceptos relativos es, precisamente, el de belleza. A nadie se le oculta que, a través de los siglos, han cambiado enormemente los parámetros estéticos que aplicamos, por ejemplo, al concepto de belleza femenina (en este sentido, se ha convertido en paradigmático sacar a colación el caso del cuadro de Rubens titulado Las Tres Gracias, expuesto en el Museo del Prado). Cierto, diversos estudios científicos han venido a descubrir recientemente que hay ciertas ideas que subyacen al concepto de belleza de forma universal (esto es, sin distinción de tiempo ni espacio), fundamentalmente la idea de simetría. Sin embargo, estos descubrimientos se limitan a establecer un marco general en el que se desarrollan los distintos conceptos de belleza que se han sucedido históricamente en diversas sociedades, pero no por ello pone en solfa la afirmación que hacíamos anteriormente en el sentido de que conceptos como los que nos traemos entre manos son, en el fondo, una construcción social y, por ello, esencialmente relativos.
Seguramente, habrá bastante gente ahí fuera que se sienta amenazada por esta filosofía, por más evidente que parezca a cualquiera que reflexione sobre el tema durante unos instantes. No se trata aquí de defender lo que algunos denominan un relativismo absoluto (¿por contraposición, se supone, a un dogmatismo absoluto, quizá?), sino de reafirmar el antiguo proverbio según el cual "sobre gustos no hay nada escrito". Además, lejos de hundirnos en la depresión del que cree ver en todo ello razones para la impotencia, yo estoy convencido más bien de que todo ello debiera servir para reafirmar el poder del individuo como elemento creador de su contexto, agente activo en la formación de su propia realidad. Después de todo, un concepto de belleza como el que aquí defendemos no hace sino devolver todo el poder creador al propio individuo. La belleza no es una esencia que se encuentre en el interior de los objetos, al menos en líneas generales, sino que se trata de un concepto que está en la propia mirada del sujeto. Una vez aprendemos a liberarnos de los prejuicios sociales y culturales (de hecho, una vez que nos detenemos a prestar atención a nuestro derredor), hasta la realidad más prosaica puede parecernos bella, eternamente bella. Todo depende del color del cristal con que se mira.
Así pues, el sábado por la mañana salimos Benjamin y yo a dar un paseo por el pueblo con la idea de prestar verdadera atención a lo que nos rodeaba y esforzarnos en ver lo que de bello pudiera existir en todos los elementos con que nos topábamos. El resultado fue una serie de fotos que Benjamin tomó con una cámara digital y que pueden verse en el album de Picasa. Por si acaso, ahí van unas cuantas fotos.
What did I learn?
(Benjamin)
I learned how if you look at it from an angle it truly does look beautiful. But if your mind is concentrated on that one thing and you (your brain) thinks it's beautiful even poop. Me and my dad took some pictures of some poop and it did look beautiful, i know wot yore thinking ha,ha,ha, but no! it woos beautiful.
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